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Cáncer de pulmón: quitemos las sábanas al fantasma

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Quítale las sábanas al fantasma

A todos nos preocupa cuando en diferentes medios de comunicación escuchamos o leemos que el cáncer de pulmón ocupa el primer puesto en las causas de muerte por cáncer en nuestro medio. A continuación daremos algunas pinceladas que nos ayudarán a entender qué es exactamente, cómo se trata y qué tenemos en nuestra mano para intentar prevenir su aparición.

¿Qué es el cáncer de pulmón?

El inicio del cáncer de pulmón comienza en la célula. La célula es una unidad básica que forma los tejidos y órganos de nuestro cuerpo, entre los que se encuentran los pulmones. En condiciones normales las células se dividen dando lugar a células nuevas que reemplazan a las que mueren por sufrir algún daño o por envejecimiento. Sin embargo, en ocasiones este proceso de reemplazo se descontrola y las células se dividen sin que sean necesarias, o bien las células que han sufrido algún daño no mueren pero quedan defectuosas. Ello hace que se acumulen formando lo que denominamos un tumor. Los acúmulos de células o tumores pueden ser benignos (no suelen ser una amenaza para la vida) o malignos. Estos últimos son lo que denominamos cáncer y pueden poner en peligro la vida de la persona.

Una vez formado un cáncer, parte de las células que lo componen pueden desprenderse e introducirse en los vasos linfáticos o en los vasos sanguíneos y viajar a otras partes del cuerpo, como huesos, hígado, cerebro, etc. En dichas localizaciones pueden anidar y multiplicarse, dando lugar a lo que conocemos como metástasis.

Existen dos tipos de cáncer de pulmón, el de células pequeñas y el de células no pequeñas. El primero se da en un veinte por cien de casos y suele extenderse de forma más rápida que el segundo, el cual compone el ochenta por cien restante. Ello hace que el tratamiento se planifique de forma diferente. El cáncer de células no pequeñas se divide en subtipos que de forma simple se establece como cáncer de células escamosas y de células no escamosas (adenocarcinoma y carcinoma de célula grande). A veces las células no muestran un aspecto bien definido, lo cual hace difícil la correcta clasificación.

Por tanto, para tener un correcto diagnóstico es necesario tener una muestra del tumor, ya sea un fragmento (biopsia) o células desprendidas del mismo (citología). Dicha muestra se puede obtener mediante punción del tumor a través de la pared del tórax o bien introduciendo un endoscopio (que es como un fino tubo) por la nariz, hacia nuestra tráquea y que llega hasta los bronquios.

¿Cómo sabemos hasta dónde se ha extendido el cáncer?

Para ello es necesario una correcta estadificación puesto que el tratamiento que apliquemos dependerá de la extensión que haya alcanzado. Por tanto, será necesario realizar pruebas tales como la Tomografía Computarizada (que de forma coloquial se conoce como TAC o TC), o la Tomografía por Emisión de Positrones (que se conoce como PET). A veces puede ser necesario el estudio del cerebro (con TC o Resonancia Magnética) o la Gammagrafía ósea. Otras veces hay que realizar pruebas más agresivas (como la biopsia quirúrgica de los ganglios del tórax o mediastinoscopia) para la correcta estadificación. La realización de las diferentes pruebas depende de lo decisivas o no que sean para decidir el correcto tratamiento. Si el tratamiento que se aplique no va a cambiar en función de su resultado, no será necesaria la realización, y así se agilizará el inicio del mismo y se evitarán riesgos para el paciente.

Tras el proceso de estadificación se establece el estadio del cáncer, el cual comprende cuatro posibilidades: I, II, III y IV. El estadio I incluye el cáncer en estadio inicial y el IV el cáncer en estadio avanzado o diseminado a otras partes del cuerpo (como hígado, huesos, pulmón del otro lado, etc.).

La distinción entre estadios I, II y III depende del tamaño del tumor, del grado de afección de estructuras de alrededor y de la afección de los ganglios linfáticos (si las células entraron en los vasos linfáticos y llegaron a los ganglios que hay entre los pulmones). 

¿Qué armas tenemos para combatir el cáncer de pulmón?

Cuando hablamos de tratamiento, los médicos siempre distinguimos entre tratamientos locales y sistémicos. Los tratamientos locales son aquéllos que actúan de forma directa sobre el tumor. Entre ellos están la cirugía, la radioterapia (en sus diversas modalidades) y otras técnicas que denominamos ablativas. La indicación de un tratamiento local se establece siempre que se considera que con él se podrá controlar el tumor porque se encuentra circunscrito a una zona. No tiene sentido aplicar un tratamiento local si parte de la enfermedad queda fuera del mismo porque entonces no cumpliría su misión y además, produciríamos daños innecesarios al paciente. A veces se aplica un tratamiento local aunque la enfermedad esté avanzada cuando se quiere controlar un síntoma pero no para controlar la enfermedad en su conjunto.

En caso de que la enfermedad esté más avanzada y no sea controlable con un tratamiento local, se aplican los tratamientos sistémicos. Estos tratamientos comprenden la ya conocida quimioterapia y los nuevos agentes. La quimioterapia actúa sobre la célula tumoral impidiendo su multiplicación y produciendo su destrucción. Los nuevos agentes incluyen fármacos que, o bien se añaden a la quimioterapia impidiendo que las células tumorales generen vasos sanguíneos que les faciliten la llegada de sangre y alimento, o bien actúan sobre determinados puntos diana de la célula favoreciendo su destrucción e impidiendo su multiplicación. No obstante, para la aplicación de estos últimos hay que determinar la existencia de la diana adecuada en la célula tumoral. Las más conocidas hasta el momento (mutación del gen del EGFR y translocación del gen ALK) se dan con más frecuencia en pacientes que nunca fumaron y en el tipo no escamoso. Por muy selectivos que sean los tratamientos sistémicos, las células normales del organismo pueden verse afectadas por ellos.

En ocasiones, hay que combinar las diferentes armas terapéuticas para el control de la enfermedad. En el caso de cánceres localizados pero que por tamaño o por afección de los ganglios no son abordables de entrada con cirugía o radioterapia, se indica antes un tratamiento sistémico. A veces, el tratamiento sistémico se indica después del local para reducir el riesgo de que el cáncer se reproduzca. En determinados tumores, como es el caso del cáncer de células pequeñas, la posibilidad de que existan células diseminadas es tan grande que, aun estando localizada la enfermedad, hay que aplicar quimioterapia y radioterapia, dejando la cirugía para casos excepcionales.

El tratamiento siempre se decide balanceando el riesgo para el paciente y el beneficio que puede aportar. En ocasiones las decisiones no son fáciles y es por ello que se disponen de los Comités de Tumores, los cuales están constituidos por diferentes especialistas (cirujanos torácicos, oncólogos médicos y radioterapéutas, radiólogos, patólogos, médicos de medicina nuclear, etc.) que permiten abordar el problema desde diferentes puntos de vista.

¿Se puede curar el cáncer de pulmón?

Como los cánceres de otras localizaciones, el cáncer de pulmón se puede curar si en el momento en que se diagnostica la enfermedad se puede aplicar un tratamiento que denominamos radical (tratamiento local con intención de erradicación de la enfermedad con o sin tratamiento sistémico). En el resto de situaciones el objetivo será tener la enfermedad bajo control, cuanto más tiempo mejor. Para ello se está trabajando en el desarrollo de nuevos fármacos contra dianas celulares y en diferentes estrategias de tratamiento. También se está investigando en el desarrollo de estrategias de detección precoz de cáncer de pulmón. Pero en el momento actual existen muchos puntos de controversia al respecto en la comunidad científica y todavía se encuentran en marcha algunos estudios que aportarán resultados relevantes. En el Hospital Universitario Doctor Peset se ha desarrollado por parte de los servicios de Radiodiagnóstico y Neumología, y a través del Comité de Tumores Torácicos, una vía rápida de diagnóstico del cáncer de pulmón que pretende optimizar los recursos ya existentes.

¿Qué tenemos en nuestras manos para evitar la aparición de un cáncer de pulmón?

Aunque se han barajado diversos factores epidemiológicos que favorecen la aparición de un cáncer de pulmón (contaminación, tóxicos ambientales, etc.), el agente identificado con mayor relación causal es el tabaco (9 de cada 10 cánceres de pulmón son secundarios al consumo de tabaco). Podemos demandar responsabilidades a la sociedad para un diagnóstico precoz, tratamiento temprano y exigir buenos resultados, pero la primera responsabilidad reside en el propio ciudadano, no sólo consigo mismo sino con las personas de alrededor que pueden verse expuestas al humo del tabaco. Cierto es que también se diagnostican cánceres de pulmón en personas que no fumaron nunca, o bien las hay que pese a fumar, nunca desarrollaron cáncer de pulmón. Sin embargo ello no es excusa, dado que no puede descartarse la posibilidad de una tendencia de cada individuo, a modo de huella personal, que permita o no a las células del pulmón recuperarse de los daños que provoca el tabaco. En cualquier caso, eso sería una característica de cada individuo no extrapolable a otros y por tanto no puede servir de argumento para justificar el no abandono del consumo de tabaco.

Por tanto, existen motivos para la esperanza dado que se sigue trabajando para un mejor control de la enfermedad en la población, pero la esperanza comienza con el granito de arena que cada uno puede aportar para impedir su aparición como primera medida de prevención de forma individual. El interés ha de ser mayor entre la población joven, dado que el daño producido por el tabaco tiene efecto acumulativo y se incrementa conforme pasa el tiempo. Por lo tanto LA CORRECTA PREVENCIÓN comienza en una CORRECTA EDUCACIÓN SANITARIA.

Dra. Inmaculada Maestu Maiques, Jefa de Sección de Oncología Médica del Hospital Universitario Doctor Peset.

InmaMaestu

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